sábado, 27 de septiembre de 2014

Procesión de la Virgen de las Mercedes de Miguelturra


El pasado miércoles 24 de Septiembre a las 21 horas tenía lugar por primera vez en Miguelturra la procesión con la imagen de Ntra Sra. de las Mercedes, obra realizada hace ya un año por el escultor ciudadrealeño D.  Luis Fernando Ramírez Mata.

Mucho fue el esfuerzo y trabajo del Movimiento Mercedario para que esta procesión se pudiera llevar a cabo aunque este año solo fuera dentro del colegio de su patio interno, y allí estuvo nuestra Hermandad de las Palmas, siempre dispuesta a ayudar a aquellos que nos lo solicitan.

La imagen precedida por su estandarte titular y tres niños con incensarios, estuvo acompañada por la Agrupación Musical San Miguel Arcángel de Puertollano. El paso fue dirigido por nuestro Vice-Hermano Mayor, D. José Manuel Moreno Mascaraque, y contó con varios hermanos de nuestra cofradía como portadores.

Desde estas líneas dar la enhorabuena a la corporación por su esfuerzo y trabajo, por hacer de esto una realidad, y animarles a seguir trabajando hasta conseguir que en un futuro no muy lejano podamos ver esta imagen paseando por las calles de su localidad. Gracias por dejarnos formar parte de vuestro sueño y solo nos queda deciros que podéis contar con nosotros para lo que necesiteis.







lunes, 22 de septiembre de 2014

ENTRADA DE JESÚS EN JERUSALÉN


La entrada Mesiánica de Jesús en Jerusalén, tal como la presenta San Juan, se encuentra centrada en un contexto muy particular. No hay que olvidar que los evangelios son una carga espiritual, teológica, de presencia de Cristo. Por así decirlo, son un retrato descrito.

San Juan ubica la entrada de Cristo en Jerusalén, por una parte, en el contexto de la unción de Betania, en la que se ha vuelto a hablar de la resurrección. Junto con este aspecto de la resurrección aparece, como sombra constante, la determinación de los sumos sacerdotes para deshacerse de Cristo. Y como un segundo trasfondo de la entrada de Cristo en Jerusalén está el contexto del discurso de Jesús sobre el grano de trigo que tiene que caer y morir para dar fruto. 
Dice el Evangelio: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto". En el texto del grano de trigo se vuelve a repetir el mismo dinamismo que se encierra en la voz de "lo he glorificado", junto con la conciencia clara de la presencia inminente de la pasión. 

A nosotros nos llama mucho la atención que todo el misterio de la entrada de Jesús en Jerusalén quiera estar enmarcado en este contraluz de muerte y resurrección (el grano de trigo que muere para poder dar fruto), pero, independientemente de que pueda ser un poco literario, este contexto nos permite ver lo que es exactamente la entrada de Cristo en Jerusalén. 

Por una parte vemos que el pueblo realiza lo que estaba escrito que tenía que realizar: "Esto no lo comprendieron sus discípulos de momento; pero cuando Jesús fue glorificado, se dieron cuenta de que esto estaba escrito sobre él, y que era lo que le habían hecho". 

Por otra parte, la voz del pueblo es un signo que indica lo que Cristo es verdaderamente: "Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel". Sin embargo, como tantas veces sucede con Cristo, los hombres actúan sin saber que están actuando de una forma profética. El pueblo no sabe lo que hace, pero aclama el triunfo y el éxito maravilloso de un taumaturgo que resucitará. Además, las palabras de la gente tienen un total carácter de proclamación mesiánica, por la que Cristo se presenta como liberador de Israel. Y así, Cristo cumple un gesto mesiánico que Zacarías había profetizado: "No temas, hija de Sión; mira que viene tu Rey montado en un pollino de asna". Cristo se sienta en el asno, aceptando con ello el que se le proclame Rey, realizando así la profecía de Zacarías.

Sin embargo, esto no obscurece su conciencia de que su mesianismo no es de tipo mundano, sino que esta unción como Mesías, esta proclamación, es el camino que lo va a llevar a la cruz. No hay que olvidar que el Mesías es el que resume, en sí mismo, todos los símbolos de Israel: el profeta, el sacerdote, el rey. Y como dijo el mismo Cristo, es el profeta que va a morir en Jerusalén, y es el sacerdote que llega hasta donde está el templo para ofrecer el sacrificio. 

Pero, junto con esta visión externa que nos puede ayudar a preguntarnos: ¿qué tanto soy capaz de seguir a este Cristo, que como rey, profeta y sacerdote va a ser sacrificado por mí?, yo les invitaría a contemplar el alma de Cristo, el interior de Cristo en su entrada a Jerusalén.

El alma de Cristo tiene ante sí, con una gran claridad, el plan de Dios sobre Él. Cristo sabe que Dios ha querido unir su glorificación con el misterio de la pasión. Es una gloria que pasa a través de la infamia y del rechazo de los hombres, una gloria que pasa por la paradoja de los planes de Dios, una gloria que quiere pasar por la total donación del Hijo de Dios para la salvación de los hombres.

Cristo tiene claro en su alma este plan de Dios, y con toda libertad y con toda decisión, lo acepta. Él sabe que al ser proclamado Rey, y al entrar en Jerusalén como Mesías, está firmando la sentencia que le lleva al sacrificio, y sin embargo, lo hace. Entonces los fariseos comentaban entre sí: "¿Veis cómo no adelantáis nada?, todo el mundo se ha ido tras él". Él sabe que la exaltación real que a Él se le dará cuando sea levantado, es la de la cruz, la del cuerpo para el sacrificio.

La cruz será su gloria de dominio, será su palabra profética de discernimiento y también será la unción con la que su cuerpo será marcado como sacerdote de la Nueva y Eterna Alianza. La cruz será su trono de dominio desde el que Él va a atraer a todos los hombres hacia sí mismo: "Y cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí". En su alma aparece el deseo de donarse, porque ha llegado la hora para la que había venido al mundo, la hora del designio de amor sobre la humanidad, la hora por la que Dios entre, de modo definitivo, en la vida de los hombres por la gracia de la redención.

Sin embargo, todos los sentimientos se van mezclando en Cristo. Así como es consciente de que ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre, es también consciente de que el grano de trigo tiene que caer en tierra para poder dar fruto: "Pero mi alma se turba, ¿y cómo voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero es para esta hora que yo he venido al mundo."

Podríamos terminar con una reflexión sobre nosotros mismos, sin olvidar que nuestra vocación cristiana también es una perspectiva de la luz que pasa a través de la cruz: Mi vocación es luminosa solamente cuando pasa a través de la cruz. Tiene que pasar por el mismo camino de Cristo: la aceptación generosa de la cruz, la aceptación generosa de los signos que nos llevan a la cruz. 

Para Cristo, el signo de la entrada de Jerusalén, es el signo que le lleva a la cruz; para nosotros cristianos, nuestro Bautismo es un signo que nos indica, necesariamente, la presencia de la cruz de Cristo. Se trata de ser seguidor de Cristo, marcado con el signo indeleble de la cruz en el corazón y en la vida. El cristiano ha de ser capaz, como Cristo, de recoger los frutos de vida eterna del árbol fecundo de la cruz, para uno mismo y para sus hermanos.

Para quien juzga según Dios, la abnegación es Sabiduría Divina envuelta en el misterio de Cristo crucificado. No existe otro camino para ser seguidor de Aquél que no ha venido para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos. 

Toda la vida de Cristo, y particularmente su pasión, tiene un profundo significado de servicio para la gloria del Padre y para la salvación de los hombres. El Primogénito de toda criatura -al cual corresponde el primado sobre todas las cosas que son en el cielo y en la tierra-, el que viene en el nombre del Señor, el rey de Israel, se ha hecho siervo de todos los hombres y dado a muerte en rescate de sus pecados.

Cristo entra en Jerusalén; Cristo nos habla del grano de trigo, nos habla de ser exaltados en la cruz, y nos hace una pregunta que tenemos que responder: "¿Puedes beber del cáliz que yo beberé?."

Fuente: P.Cipriano Sánchez LC en la web www.es.catholic.net

viernes, 29 de agosto de 2014

Para las cosas importantes, no hay distancia



Miembros de la Hermandad de Las Palmas despedían el pasado 16 de Agosto con una comida a nuestro amigo y ex director del Colegio Salesiano Hermano Gárate, D. Joaquín Torres Campos.

Elegido Hermano Honorario este año por nuestra Hermandad como reconocimiento a su labor en la misma, ha sido siempre una persona muy cercana a nosotros cuyo principal objetivo ha sido aunar colegio y Hermandad.  Objetivo que tuvo su culmen cuando este año por fin y gracias a él, la Hermandad pudo hacer su salida procesional desde el mismo colegio en cuya Iglesia nuestra imagen permanece al culto todo el año.

Desde la Hermandad Joaquín, queremos darte las gracias por tu entrega e ilusión, porque con tu ayuda hemos cumplido sueños, hemos forjado ilusiones y hemos encontrado en vosotros, la familia salesiana, a nuestra propia familia.

 Nos quedamos con tus palabras de ayer en la comida, donde nos decías que sigamos creciendo como Hermandad dentro de la humildad que nos caracteriza, que acojamos el colegio como parte de nosotros, que aunque sea un sitio recogido es “lo nuestro” y siempre lo llevemos ahí dentro y terminabas diciéndonos que “para las cosas importantes no hay distancia”. Para esta tu Hermandad, no hay distancia que pueda olvidarte.

Que Dios nuestro Señor en su entrada triunfal en Jerusalén, te guie en tu nueva andadura por tierras burgalesas, porque no nos cabe la menor duda que donde vayas serás recordado por tus obras.


Mucha suerte amigo Joaquín.